Pablo Donís / Teresa Gómez-Carpintero
Bom dia,
“Obedeced o morid”, estas eran las directrices con las que empezábamos nuestro día.
Hemos salido temprano de Badajoz con los nervios a flor de piel y con mucha ilusión de ir a encontrarnos con el Papa y los demás jóvenes. Ya en el autobús, veíamos varios peregrinos y creíamos que empezábamos a vislumbrar lo que sería el ambiente para entrar en Lisboa. La realidad desde luego ha superado con creces la expectativa.
Comenzando nuestro camino nos hemos encontrado mareas interminables de peregrinos, que con alegría en el corazón iban cantando, y al igual que nosotros ondeaban las banderas de sus países y hemos visto como verdaderamente el Señor toma de entre todas las naciones.
Tras lo que ha parecido una eternidad de caminar bajo el sol, hemos conseguido llegar a nuestra zona designada donde hemos plantado el campamento. Y como es habitual, un grupo de voluntarios se ha acercado a por la comida. Si ya pensábamos que había problemillas de organización, aquí el Señor nos tenía preparado un sufrimiento más. Dayenú. Tras caminar de nuevo varios kilómetros bajo el sol, que cada vez apretaba más, la policía bloqueaba la salida del recinto, y nos ha informado de que la comida estaba fuera del recinto, y al salir de este, no podríamos volver a entrar. Cuando ya todo parecía perdido, Dios nos ha mandado un ángel llamado Marcia, que sin pedir nada a cambio, ha recogido todas nuestras bolsas de comida con su coche, y nos las ha acercado. Dayenú.
Una vez asentados y con comida, había reencuentros de viejos amigos y otros nuevos que íbamos haciendo por el camino.
Y ya por fin, despidiéndonos del sol abrasador, ¡¡¡ha llegado el Papa!!! Y con su sencillez y humildad, nos ha iluminado con una palabra donde nos animaba a no permanecer caídos y a no mirar con superioridad a nadie. Este mensaje tan sencillo, pero tan fundamental, junto con la adoración y el momento de oración, marcaban un antes y un después en este primer día en la JMJ. Finalmente, volvían los reencuentros entre peregrinos y los bailes, y poco a poco, cada mochuelo a su olivo.
Y así concluye el día, ¡ya os contaremos qué tal la noche!
Obrigado
“María se levantó y partió sin demora” (Lc 1, 39)