Marta Sánchez-Porro / Pablo Casqueiro
Queridos hermanos:
El penúltimo día de esta peregrinación a Cracovia comenzó saliendo del hotel de Avignon pasadas las 9 de la mañana, tras un delicioso desayuno.
Como el resto de días, lo primero fue el Señor, así que hacer Laudes sustituyó a las ya habituales siestas matinales. Después, llegaron las primeras experiencias del día.
Una vez más, volvían a nuestra mente los santuarios de Altötting y Mariazell, el Rosario de Czestochowa, las palabras del papa Francisco, Kiko, Carmen o el padre Mario, entre muchos otros momentos especiales que a tantos nos han supuesto un encuentro cercano y sincero con Cristo, o con la Virgen María, a lo largo de esta peregrinación.
Tras cruzar la frontera, un acogedora sensación de estar como en casa nos envolvió a todos. Estábamos, tras más de dos semanas recorriendo Europa, de vuelta en España, y entonces tocaba parar a comer.
Cuando, tras un amago de registro por parte de la Policía Nacional, nos anunciaron que el restaurante estaba a tan solo unos minutos, en el autocar hubo un clamor casi unánime. Si bien es cierto que no podíamos imaginar lo que se nos venía encima ya que, de lo contrario, y sin ninguna duda, el griterío hubiese sido aún mayor. El restaurante, llamado Gran Buffet, hizo buen honor a su nombre, por lo que todos disfrutamos de una copiosa y variada comida en la vuelta a nuestro querido país.
Tras la pequeña siesta, necesaria como ningún otro día tras semejante almuerzo, continuaron las experiencias, dando fe de los encuentros con Cristo de los hermanos durante la peregrinación.
Pasadas las 20:00, llegamos a El Tozal, nuestro último hotel, situado al noreste de Barbastro y al sur del embalse de El Grado, bellísimo enclave donde se encuentra el maravilloso Santuario de Torreciudad, nuestro penúltimo destino antes de partir hacia Madrid.
Tras el reparto de habitaciones subimos las maletas y, a continuación, pudimos disfrutar de la oración de Vísperas en el jardín del hotel, rodeados de la naturaleza de la zona y de un pequeño parque infantil. Sin duda, una muestra más de que cualquier lugar es bueno cuando de alabar a Dios y darle gracias se trata.
Durante estas Vísperas, Clemente nos recordó que no tuviésemos miedo y confiásemos en el Señor, ya que con Él, hasta la oscuridad más profunda se ilumina, y en la mayor de las tempestades se puede vivir con alegría y serenidad.
Una vez alimentado el espíritu nos dirigimos al comedor, donde estaba ya todo dispuesto para nosotros.
Tras la cena, hubo un tiempo de convivencia en la sala contigua al comedor, en la que pudimos preparar una sorpresa en forma de canción para nuestro querido conductor, Eduardo, y también disfrutar un rato del juego propuesto por los más jóvenes, llamado Kung Fu, que poco a poco, y tras más de media hora, atrajo a todos los que quedábamos todavía allí despiertos.
Acabado este 7 de agosto tan especial, en el que llegamos al último hotel y disfrutamos de la última cena juntos, llegó el momento también de subir a compartir la última noche como peregrinos en esta Jornada Mundial de la Juventud, aguardando con alegría y fe el encuentro del último día con la Virgen María en el Santuario de Torreciudad.
Sabréis que yo, el Señor, lo digo y lo hago. Oráculo del Señor.
Teresa Pascual