Mª Jesús Mas
Jerusalén
Temprano comienza nuestro día más emblemático. A las 10:40 nuestras ruedas pisaban los umbrales de Jerusalén. En ese instante nuestros corazones ya rebosantes de la experiencia vivida en la Domus ayer, se desbordaron de alegría llenando nuestros labios de salmos.
Tras sufrir un ligero retraso, que nos obligó a cambiar el itinerario previsto, pero ya sabemos que los planes de Dios no son los nuestros, fuimos a encontrarnos con nuestra madre en la iglesia de la Dormición de la Virgen María. Rodeada por las mujeres más destacadas del Antiguo Testamento se hallaba, recostada, una imagen de María, original de cuya replica disfrutamos en el templo grande de San Roque.
Después, comenzamos nuestra travesía recorriendo los pasos de nuestro Señor. Estuvimos en el Cenáculo, donde Cristo celebró con sus discipulos la última cena. Allí también se les apareció, resucitado, a los apóstoles, los cuales, como nosotros tantas veces, no le reconocieron, pero en Pentecostés recibieron el Espíritu Santo que les ayudó a ser valientes.
Impulsados por el aliento de vida fuimos conducidos hasta el monte Calvario. El santuario, ahora está rodeado por un edificio donde se respira solemnidad. Lo más impactante fue poder introducir nuestras manos en el hueco donde estuvo la Cruz que Jesús cargó por nuestros pecados. Las emociones se derramaban por nuestros ojos al contemplar los maravillosos lugares de la redención: el sitio donde fue embalsamado, que aún contiene un aroma especial; el sepulcro donde yació, apenas tres días, y que hoy está vacío, lo que nos recordaba que todo tiene sentido.
Los peregrinos tuvimos la suerte de poder rezar en el muro de las lamentaciones, los restos que se conservan del antiguo templo de Jerusalén. A continuación, anduvimos por la Via Dolorosa, haciendo el trazado inverso al que realizó Jesús, para dirigirnos hacia al huerto de los Olivos. En Getsemaní pudimos besar la roca, sobre la cual el Señor, imploró a Dios que apartara de él aquel cáliz glorioso y temible. Los catequistas, por ello, nos animaron a que, como Cristo, pidiéramos a nuestro Padre celestial que nos ayudara a aceptar nuestra cruz.
Fue un día intenso que culminó en Mambré, futuro sitio para la ubicación de la Domus de Jerusalén. Fue el lugar donde Abraham dejó a sus criados para dirigirse a sacrificar a Isaac en el monte Moria. Allí compartimos con otros hermanos de Madrid las vistas hacia la ciudad de Sión, mientras el padre Diego nos alentaba a «aparcar» a nuestro burro, como Abraham hizo, para que seamos valientes ante la llamada vocacional que Dios nos hace y que mañana se hará realidad en el encuentro con Kiko.