Jorge Chugchilán / Ricardo Sánchez-Porro
Queridos hermanos del campamento base:
La jornada comenzó muy temprano: a las 6.30 desayunamos para salir lo antes posible, ya que debíamos recorrer un gran número de kilómetros. Nuestro nuevo destino era Avignon. El cansancio y la falta de horas de sueño se notaba en las caras de cada uno de los hermanos.
Tras una pequeña siesta matutina en el autocar, comenzaron los oficios de la mañana para dar gracias y alabar a Dios. Las palabras de nuestro querido párroco nos animaban a tomar el cansancio como un pequeño sacrificio necesario para recibir las gracias de la peregrinación. La bendición tras las laudes recargó nuestras pilas y comenzaron las experiencias, en las que una vez más vimos la misericordia del Señor con nosotros y los dones que siembra en cada uno de nuestros corazones. Tras un par de paradas y varias experiencias, ademas de un «pequeño» atasco, llegamos al fin a nuestro destino.
En el restaurante nos esperaba una grata sorpresa, algunos hermanos de la missio ad gentes (Mónica y Raúl) nos acompañaron en la comida. Al terminar nos dirigimos a celebrar la Eucaristía con los hermanos de Avignon para alimentar el espíritu, a la que nos acompañó por primera vez nuestro querido conductor. Se reflejaron los frutos del poder de Dios sobre la voluntad del hombre. Fuimos un solo cuerpo formado por gente de distintas naciones pero que comparten una misma realidad: que Dios lleva nuestra historia y que tiene poder para sacar vida de la muerte.
Al terminar la Eucaristía nos llevamos una nueva sorpresa, el autocar tuvo que partir sin nosotros para cumplir con el horario. Y fue una nueva oportunidad para ver la generosidad de los diferentes hermanos de la misión que rápidamente nos llevaron en los coches al hotel, donde una rica cena nos estaba esperando.
Sobró tiempo para poder disfrutar de la ciudad, así que guiados por estos misioneros pudimos ver el casco antiguo de Avignon y el río que lo baña. Ese paseo fue un regalo para que pudiéramos disfrutar de la necesaria comunión con nuestros hermanos de Francia.
Esto se está acabando pero no hay descanso para dejar de disfrutar las gracias que se nos están concediendo.
Nos vemos. Un fuerte abrazo desde los penúltimos sitios del autocar.
El Señor ha llamado a un ejército de jóvenes para evangelizar Europa y nosotros somos sus testigos.
Ana María Velasco