Ana López / Marta López
¡Queridos peregrinos de San Roque, que grande es nuestro patrón!
Una soleada mañana nos despertaba tras una noche de ansiado descanso, todos estábamos listos para cargar las pilas con el fantástico desayuno que nos esperaba. Una vez terminado, nos dirigimos al autobús donde Fernando ha hecho una oración y nos ha puesto al corriente del plan del día y de parte de la historia de Venecia, ciudad de mercaderes y fuente de vida, llena de luz y de canales.
Llegamos a Venecia y rápidamente nos dirigimos hacia la Iglesia de San Roque. ¡Como nos cuida nuestro santo! Si ya era un privilegio celebrar la eucaristía en esa maravillosa Iglesia, Dios nos quería dar mas. Cual amigo inoportuno o viuda insistente, nuestro párroco ha intentado hablar con los cofrades para ver si nos podían permitir celebrar con la urna del cuerpo de San Roque destapada. Por mas pegas que ponían Juan Antonio seguía insistiendo y tras unas llamadas ya estábamos todos dentro, sentados y con los cofrades destapando la urna. Independientemente de lo poco que se podía ver del cuerpo del Santo, la presencia de nuestro querido San Roque llenaba por completo la Iglesia. No veíamos un cuerpo muerto sino que todos sentíamos a nuestro patrón vivo, delante, que nos decía: «Pedid en mi nombre lo que necesitéis, ser curados de lo que sea y Dios os lo concederá».Ahí estábamos, 57 peregrinos, que como San Roque hemos salido de casa y recorrido miles de kilometros para que Dios nos hable al corazón y experiencia tras experiencia ver la fidelidad de Dios.
Hemos terminado la eucaristía, y tras contemplar de cerca el cuerpo incorrupto de San Roque, pedirle lo que necesitábamos, nos hemos adentrado por la acomodada Venecia y sus intrincadas calles dirigiéndonos hacia la Iglesia de San Marcos. Después de mucho callejear, hacer fotos, disfrutar de las hermosas vistas de los diversos canales que nos iban apareciendo llegamos a la imponente Iglesia de San Marcos y su colosal plaza para descubrir que iba a ser imposible entrar antes de comer debido a la larga cola de espera por lo que nos hemos dirigido a comer al restaurantes.
Nuevamente con las pilas puestas, cada grupo se ha ido dispersando por la ciudad aunque antes de la total dispersión, la iglesia de San Marcos nos ha reunido a todos de nuevo en una infinita cola que esperaba para entrar. Después de la corta espera, ya que la cola avanzaba rápido, hemos podido entrar y admirar la belleza del arte bizantino que nos cubría en forma de mosaico por la diferentes bóvedas distribuidas a lo largo de una vigorosa planta de cruz latina. La esencia de Constantinopla nos envolvía sin darnos cuenta.
Una vez fuera, los grupos se han empezado a dispersar por las distintas calles y rincones únicos de Venecia. Muchos hemos hecho las típicas compras, otros fotos peculiares y características del lugar, unos perderse por la laberíntica ciudad, tomar un «gelatto» y otros un poco de todo lo anterior. Luego nos reunimos todos de nuevo en la plaza de San Marcos para volver al autobús y para ello hemos cogido el «vaporetto» una especie de metro pero con la pequeña diferencia de que el transporte era en realidad un barco que atravesaba la ciudad. Hemos podido contemplar toda la ciudad paseando por el agua a bordo del barco, sintiendo como la luz reflejada en el agua creaba ese característico color veneciano que ha inspirado a tantos artistas como Veronés, Tintoretto y Tiziano.
Dejando atrás la enmascarada Venecia llegamos a nuestra parada para tomar el autobús ya de vuelta al hotel. Una vez llegados hemos ido directamente a cenar, un paseo rápido, un buen baño merecido después del día de calor de hoy y a descansar muy agradecidos a Dios por el fantástico día que nos ha regalado, con la invitación a entregar la vida por los demás a imagen de San Roque y habiendo sido testigos de que verdaderamente la belleza salvará el mundo. ¡Buenas noches!
Señor, perdona mis pecados y sana a las personas que pidan en mi nombre.
Carlos Molina