Javier González / Raquel López
Segovia – Madrid
Buenos y últimos días e-peregrinos;
Con la nostalgia compartida en el corazón al tener que bajar del Tabor, y tras un rico desayuno, pusimos rumbo a Fuentes de Carbonero el Mayor, lugar donde se encontraba la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción; unas piedras que encierran los orígenes de la perla preciosa que disfrutamos hoy. Un lugar que aparentemente ha podido pasar desapercibido para mucha gente en el último siglo, pero que Dios escogió para ser el comienzo de tantos nacimientos a la Vida Nueva.
Gracias a los hermanos del Camino de Segovia y los catequistas, nos hemos podido empapar del espíritu de estos comienzos: algunos recordarlos, y otros escucharlos por primera vez.
En las mismas paredes donde retumbaron experiencias de tantísimos pobres, pecadores, marginados… en definitiva: gente sufriente; retumbaban hoy en la eucaristía los ecos de estas mismas personas. Sufrientes. Incontables son los frutos de este árbol que comenzó a crecer hace ya más de cinco décadas allí mismo. Hemos podido ver en la vida de los hermanos que, al igual que este templo, construido una vez, pero reconstruido muchas veces, Dios nos rescata de una vez para siempre a través de una realidad concreta. Es por ello que, en comunión con el carisma inicial, no podíamos terminar la peregrinación sin llamadas vocacionales a formas de vida concretas que estén al servicio de la Iglesia: a la vida consagrada, al presbiterado y al matrimonio. El Señor ha sido muy generoso con nosotros, hablando en el corazón a tres de nuestros peregrinos, que han sentido la llamada. Gloria a Dios.
Tras salir saciadísimos y agradecidos a Dios, pusimos rumbo al hotel para compartir juntos nuestra última comida de la peregrinación.
De nuevo en el autobús, el Señor continuó con su desbordamiento de gracias poniendo fin a las tan deseadas experiencias. Tocamos tierra a las cinco de la tarde en la plaza Almodóvar, aunque para muchos la peregrinación no terminó aquí: para algunos lo hizo con un chapuzón y para otros con una birrita en la mano y una conversación profunda entre hermanos.
Aunque la crónica llegue a su fin, no podemos terminar sin agradecer a los catequistas todo el amor, cariño, dedicación y entrega que han puesto para que pudiéramos disfrutar del Cielo aquí en la tierra.
También debemos dar las gracias a Demetrio, nuestro conductor, que nos ha llevado sobre alas de águila y nos ha aguantado ganándose el cielo.
Gracias a todos los peregrinos por la comunión vista en el autobús, las experiencias de vida y los buenos ratos que hemos podido compartir entre todos.
Gracias a todos los hermanos que habéis estado rezando y que nos habéis acompañado a través de CNPSR y que nos habéis ayudado a través de vuestras cartas.
Seis días (o quince minutos) dan mucho de sí, y es por eso que lo escrito en ellos se quedará grabado en nuestro corazón por mucho tiempo. Han sido seis días donde hemos visto que la FE es mucho más importante que lo que el mundo nos da; que el martirio diario es nuestro billete directo al Cielo; que el Amor vence a la tiniebla; que Dios siempre está al final del barranco; que la piscina siempre está llena.
Por esto y mucho más, damos gracias también a nuestra Madre: María, que, step by step, nos enseña cómo decir SÍ al Señor y cómo abrir el corazón. Por ello, Madre, te pedimos, que ahora que empieza la VIDA:
RUEGUES POR NOSOTROS PECADORES
AHORA
AHORA
AHORA
Porque, ¿y si lo único que tenemos es ese ahora, 15 minutos?
Queridos e-peregrinos, nos vemos en Roma 2025.
¡Viva Cristo Rey!
“Todas mis fuentes están en Ti” (Sal 87)