María López / Mª Jesús Mas
Barbastro – Valvanera
Hola, e-peregrinos.
La jornada de hoy ha sido muy emotiva e intensa, tal y como nos tiene el Señor acostumbrados. Tras un frugal desayuno en el hotel, partimos hacia el Campo del Martirio, lugar donde fueron asesinados 51 sacerdotes y seminaristas claretianos en agosto de 1936, durante el comienzo de la Guerra Civil para rezar allí Laudes junto a hermanos de Barbastro. En tan incomparable marco, su olor a campo nos recordaba que estábamos lejos de Madrid, pero más cerca de tocar el cielo de lo que nos imaginabamos. Durante las Laudes nuestros catequistas, en concreto Luisje, nos invitó a dar un sí al Señor como hicieron los jóvenes mártires para que nuestra vida pueda cambiar como lo hizo la de ellos.
En medio de las Laudes, el Señor nos hizo un gran regalo de la mano de uno de los catequistas de Barbastro y fue hacer un sacramental que nos invitaba a sentirnos como los mártires. El sacramental para quien no lo sepa, como alguno de nosotros, es una ayuda que nos brinda nuestra madre la Iglesia, pero que no es un sacramento como tal, sino que este para realizarse necesita de un hecho como fue dar la vida por la fe y de un signo, como es la eucaristía que celebramos más tarde. El catequista nos invitó a pensar y reflexionar en el sentido de nuestra vida, poniendo como ejemplo el sinsentido de que mataran a aquellos jóvenes seminaristas. Este sacramental consistió en que nos imaginamos que nos iban a matar en 15 minutos, y por ello, se nos invitaba a escribir una carta. Para ambientarnos, nos dieron unos lapices y unas hojas para que nos pusiéramos en la piel de aquellos mártires ,y pudieramos escribir con alegría y perdón en el corazón nuestro último adiós. Al sonar una lejana sirena, nos imaginamos que todo era real y no una experiencia, por ello vertimos en aquellas hojas nuestras últimas voluntades, deseos y despedidas. Aquellos profundos y sentidos pensamientos que trasladamos a los pedazos de papel quedarán como memorial en nuestros corazones que nos hicieron darnos cuenta de que nuestra vida no nos pertenece, si no que está en manos de Dios y solo depende de nosotros entregársela como hicieron los mártires.
Al finalizar tan conmovedoras Laudes, regresamos al bus para ir hacia la eucaristía, donde el Señor nos seguiría sorprendiendo con su amor y detalles. Nuestro corazón se alegraba al divisar ya desde lo lejos el convento de Santa Teresa, en Huesca, donde se encuentra Teresa, hija de Félix y Maite, itinerantes de Japón y tía de algunos de nuestros peregrinos: Juan Pablo, Samuel y Nazaret. Junto a las hermanas compartimos una hermosa eucaristía que nos hacía tocar el cielo y nos alimentó del alimento que sacia nuestras almas más sobre todo que los deliciosos dulces que nos habían preparado con amor las monjas. Todavía no sabemos si alguna peregrina habrá sentido la llamada del Señor, pero si que todos nos alegramos de compartir con ellas un rato de conversación y aprovechar entre refrescos y pastas para pedirles por nuestras intenciones y las de aquellos que nos encomendasteis en Madrid.
En un pestañear de ojos, subimos y bajamos del bus para ir a comer, en un restaurante que abrió solo para nosotros, otro regalo del Señor que siempre nos cuida.
Posteriormente, nos hemos embarcado en nuestro autobús para ir al siguiente destino: el Monasterio de Valvanera.
Allí nos esperaban tras unas cuantas curvas un santuario fastuoso en plena naturaleza, creación perfecta de Dios.
Al terminar de instalarnos y cenar, hemos rezado visperas. En un día tan especial nos hemos acordado de nuestro querido hermano Félix en el aniversario de su «dies natalis». El Señor nos ha regalado una hermosa palabra para ponerle como centro de nuestra vida y nuestra fe como los mártires y apostar por Él. Él nos acompaña en la barca de nuestra vida y nos invita a no tener miedo de hacer su voluntad.
En un paraje tan hermoso hemos podido contemplar en la noche silente las estrellas en el universo.
“Como la cierva anhela las corrientes de agua, así mi alma te anhela a ti, Dios mío”